El lento despegue de los ingredientes funcionales y aditivos especializados en Chile
La industria nacional apunta a dar el esperado salto al extranjero ¿Los retos? avanzar en la normativa y certificación de estos productos.
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El desarrollo de una industria exportadora de ingredientes funcionales y aditivos especializados en Chile tiene corta data. Además, ha estado marcado por un lento e irregular despegue en los últimos cinco años, de la mano solo de iniciativas aisladas.
Según el estudio “Estrategia para el Desarrollo de la Industria de Ingredientes Funcionales en Chile”, elaborado por la Fundación Wageningen UR Chile, particularmente aquellos nuevos productos que contienen ingredientes funcionales de origen natural “han experimentado el mayor crecimiento, especialmente, en los países de la UE, donde la EFSA controla estrictamente la aplicación de reclamaciones funcionales atribuidas a cada producto”.
En materia de modelos de gobernanza industrial, países europeos como Francia con sus polos de competitividad, o los cluster de Alemania o bien los consorcios de Irlanda han sido ejemplos de aprendizaje para Chile, afirma la directora ejecutiva del FIA, María José Etchegaray.
Según cuenta, sobre todo empresas transformadoras nacionales han conocido centros de investigación y servicios tecnológicos extranjeros “que podrían serles útiles al momento de echar a andar o fortalecer sus procesos de producción”. El objetivo, dice, es entender “cómo establecen la forma de organización interna, los mecanismos de decisión y de distribución de utilidades, las políticas de propiedad intelectual o propiedad industrial”.
Un paso adelante
Justamente, para intentar subsanar el letargo de este sector y promover un trabajo más coordinado, los actores de la cadena productiva –agricultores, centros tecnológicos y empresas transformadoras- comenzaron a organizarse desde noviembre bajo un modelo inédito de encadenamiento conocido como Polos Territoriales de Desarrollo Estratégico. Esta instancia busca potenciar tanto a los encargados de producir alimentos como papas, quínoa, calafate, maqui, olivo y tomates, entre otros, hasta quienes cumplen la labor de investigar y finalmente extraer estos componentes que tienen un efecto positivo en la salud, en el caso de los ingredientes funcionales, o los que se incorporan a alimentos para preservarlos o emplearlos como colorantes, o endulzantes, como son los aditivos.
Hasta el momento son cinco los Polos en funcionamiento, emplazados en ocho regiones del país, desde Valparaíso a Los Lagos.
El gerente de Alimentos y Acuicultura de Fundación Chile, Andrés Barros, destacó que este esquema “integra a la producción primaria en un circuito de valor agregado directo a través de las materias primas ´dedicadas´”.
Definiciones base
Para este sector, las pruebas de los atributos de este tipo de alimentos resultan fundamentales. Si bien los polos buscan sentar las bases para ello, Etchegaray reconoce que como FIA “no tenemos definiciones normativas respecto de qué vamos a reconocer como ingrediente funcional, y tenemos que avanzar en eso como lo está haciendo Achipia”. Esto, en alusión a que, por ejemplo, actualmente no existen códigos de Aduana que den cuenta de estos ingredientes por separado para su exportación.
Además, en la etapa demostrativa, advierte “hay aspectos que aún nos van a faltar cuando lleguemos a las pruebas en humanos. Probablemente, vamos a tener que articularnos y las capacidades que están aquí no van a dar abasto, y será necesario articularnos con la oferta internacional”.
En opinión de la investigadora y académica de la Universidad Católica, Loreto Valenzuela, se podría avanzar más rápido en la certificación de atributos si se hiciera de manera conjunta y más efectiva para no repetir los mismos procedimientos en iniciativas simultáneas. Además, “los ingredientes funcionales de origen natural tienen una desventaja porque no son tan estandarizables como lo son los sintetizados químicamente, entonces hay que pensar distinto todo el tema regulatorio”, apunta.